¿Qué nos está pasando?
¿Será
que los tiempos actuales han decidido que el odio guíe nuestros pasos, nuestro criterio
y nuestros cuestionamientos?
La proliferación, uso y abuso de
las redes sociales nos ha abierto el panorama de una realidad que cada vez es
más preocupante: ¡La sociedad vive más del odio que del amor!
Difícilmente un tuit, un estado
de facebook (para quienes lo usan como informativo), o un post en un blog, dejarán
de generar reacciones contrarias y eso no está mal.
Lo malo es que las diferencias de
criterios no se manifiestan con respeto y en buenos términos sino que lo hagan
entre insultos y en algunos casos hasta amenazas e intimidaciones que no son
precisamente parámetros de comunicación y libertades.
El odio nos está ganando la
partida. Hemos llegado a convencernos en muchos casos de que quien no piensa
como yo es mi enemigo y no escatimamos esfuerzos en hacérselo saber en los
peores términos.
Claro que no son todos. Hay unos
pocos que aún no se han dejado ganar de ese sentimiento y tratan de razonar sus
puntos y dialogar con quienes no piensan igual. Son ellos la esperanza de que
el comportamiento de la sociedad no termine por desmoronarse.
No depende de nosotros lo que
alguien vaya a respondernos ante una opinión manifestada, pero sí depende de nosotros
la continuidad que podamos darle a esa forma de comunicación.
Mi experiencia me ha enseñado que
es posible guiar el comportamiento de nuestros receptores con una receta simple:
Una dosis de paciencia, otro poco de argumentos, una pizca de buenos modales y
una gran cuota de tolerancia.
Si la gente piensa que eres su
enemigo sólo por pensar diferente, la clave está en demostrarle que la comunidad
está llena de criterios diversos y que puede vivir en armonía gracias a la
magia de la democracia, los derechos y las libertades que todos promulgamos.
Hagamos el intento de cambiar el
rumbo. No contestemos odio con odio, contestemos con criterio, con respeto y
con tolerancia y verán que la gente cambia.
El gobiernista no puede ser un
enemigo del opositor ni el opositor del gobiernista.
El barcelonista no puede ser
enemigo del emelecista ni el emelecista del barcelonista.
Recordemos siempre que así como
nosotros tenemos derecho a pensar a nuestra manera, los demás tienen derecho a
pensar a su manera y que la libertad que reclamamos para nosotros es la
libertad que otros también tienen.
Seamos tolerantes y salgamos
adelante por el valor de nuestros pensamientos y no por el pisoteo al de los
demás.
¡No nos dejemos vencer por el
odio!
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